El camarista civil de Trenque Lauquen Toribio Enrique Sosa disertó ante empleados y funcionarios judiciales de Santa Rosa, General Pico y Victorica, en la segunda jornada del "Ciclo de Gestión Judicial" que se desarrolló el martes 19 de abril en el Centro Judicial de Santa Rosa. | Crónica de Romina Maraschio
En su presentación, Sosa relató su experiencia como impulsor de un programa de gestión que surgió en el Juzgado Civil y Comercial Nº 2 de Trenque Lauquen, en el que se desempeñaba como juez, y que luego se implementó en todos los juzgados de la provincia de Buenos Aires.
Un día, mientras veía una película en la que una empleada administrativa comenzaba a recibir mensajes misteriosos en su computadora, Sosa pensó ‘esto se tiene que poder hacer’. Así fue como buceó en distintos lugares, leyó programas de computación en inglés y logró implementar en su juzgado el enlace remoto con los estudios jurídicos y con juzgados de paz letrados. “Era asombroso lograr esto hace 20 años, cuando todavía no existía el mail, internet ni el chat. A través de un módem y una línea telefónica parecía milagroso tipear en la pantalla y que se viera en otra pantalla -relató Sosa-. A los 27 años no tenía compromiso con ningún sistema preestablecido de trabajo, de manera que pude encarar un programa de gestión de cero. Desde la Corte Suprema de Justicia me dijeron que no me podían proveer de insumos, pero me las ingenié, sacrifiqué algo personal, compré computadoras usadas e hicimos funcionar una red en el juzgado, todo en la era preinternet. Este programa derivaba los proveídos a los abogados de cada caso, hacía liquidaciones, impresiones en masa y permitía usar el mismo proveído para muchos expedientes. Fue un gran logro y durante 20 años se usó en todos los juzgados de la provincia de Buenos Aires”, dijo con orgullo.
Coaching
En busca de nuevos desafíos Sosa se dedicó a estudiar sobre coaching para implementarlo en el ámbito del derecho. “Me di cuenta que no alcanzaba ni con el conocimiento jurídico ni con la sola implementación de técnicas empresariales; salí en la búsqueda de otra disciplina y encontré el coaching ontológico. Pero para hacer una reingeniería procesal, sea en un estudio jurídico o en una oficina judicial, lo primero que hay que hacer es una reingeniería mental”, sostuvo.
Durante su presentación, el camarista propuso al auditorio una serie de ejercicios mentales rápidos. ¿El objetivo? “Quiero demostrarles cómo funciona el cerebro: nuestro equipaje biológico no contiene mecanismos que permitan representarnos las cosas tal cual son. Solemos con nuestro sistema nervioso deformar la realidad, lo que nosotros creemos que es, casi siempre no es”, aseveró.
“En la realidad no hay escasez de oportunidades, en cambio lo que existe es una carencia nuestra, nos falta imaginación –dijo-. Los problemas de los procesalistas de todo el mundo son los mismos. Nuestro paradigma para el trabajo es el Código Procesal, los usos y costumbres y el ‘siempre se hizo así’. Las reglas éticas procedimentales son la única forma que nosotros vemos para construir las cosas. Yo les quiero mostrar otras formas que las tenemos delante de nuestros ojos y no las vemos”.
¿Cómo medir el tiempo?
Al referirse a la variable de tiempo, Sosa sostuvo que “es algo absolutamente relativo. No es lo mismo un juicio por un accidente de tránsito para un taxista, que vive de su trabajo con el vehículo, que un vehículo igual pero correspondiente a Microsoft. Va a haber una percepción diferente de acuerdo a los intereses en juego. Es difícil hablar de un plazo razonable sin tener en cuenta los intereses, las emociones, lo que está en juego concretamente”.
A continuación, Sosa planteó algunas preguntas al auditorio: ¿Sobre quién pesa el transcurso del tiempo durante el proceso? ¿Sobre el actor o el demandado? ¿Quién es el que lo sufre más? “Parece que el actor, hasta que llega la sentencia en situación de ser forzada en su cumplimiento. Mientras tanto, el que está insatisfecho en su interés sustancial es el demandante. Es más, para el demandado es muy satisfactorio que la justicia sea ineficiente, realmente es un buen negocio”.
Prevención.
Para demostrar que no hay que estar atado a los paradigmas que estructuran a diario el trabajo, Sosa se refirió a las tutelas preventivas y ejemplificó: “en una sentencia por daños a raíz de que alguien se cayó en una fosa llena de agua, además de la condena al dueño del lugar por el riesgo de la cosa, uno podría agregar a la sentencia un mandato dirigido al condenado para que haga algo para evitar que se repita ese acontecimiento, incluso valiendo las reglas de la congruencia porque nadie lo pidió. Eso se llama ‘mandato preventivo’, fue escrito por Peyrano y se puede hacer para evitar la lesión”.
“Otra cosa que se puede hacer y que rompe los paradigmas, en cierta forma, es hacer un proceso y dictar la sentencia antes que se produzca la lesión al derecho –propuso-. Está en el Código Procesal, se llama ‘condena del futuro’ y figura regulado solamente para procesos de desalojo. ¿Cómo es la situación? Se realiza el contrato de desalojo que prevé un plazo de finalización. Antes de que se cumpla ese plazo, el locador hace el juicio de desalojo para que cuando se venza el plazo, si el inquilino se resiste, ya está la sentencia para ejecutarlo, para desalojar al inquilino ni bien termina el contrato. A la usanza tradicional había que terminar que venza el contrato y había que esperar que el inquilino no se fuera para hacer un juicio de dos años con la persona todavía adentro. En cambio con la condena del futuro, conseguimos que la demanda, el proceso y la sentencia esté antes del incumplimiento obligacional. Está previsto para el desalojo, ¿está prohibido para otro tipo de pretensión similar? No”, planteó.
“¿Qué diferencia hay entre una obligación de entregar un inmueble alquilado con vencimiento en un día determinado y una obligación de entregar una suma de dinero que tiene un vencimiento un día determinado? Si existe un temor fundado de incumplimiento futuro cuando se trata de ciertas obligaciones asimilables a entregar una cosa para devolverla a su dueño, como es la situación de la locación, existe suficiente interés procesal del acreedor para instaurar su demanda, sustanciar el proceso y obtener sentencia antes del incumplimiento obligacional. ¿Por qué no se hace? Paradigmas”, indicó el camarista.
Las emociones
“La justicia empieza tarde, empieza después que ha estallado el conflicto –reflexionó-. Cuando alguien tiene que pedir algo, ya está insatisfecho. La demanda es un pedido para darme lo que me corresponde porque hay un señor que no ha hecho lo que tenía que hacer para conmigo: o no ha cumplido un compromiso asumido expresamente, un contrato, o no ha cumplido ese compromiso tácito de no dañar a otro. Cuando no se cumple un compromiso, se frustra la expectativa de la gente; y cuando se frustra una expectativa, brota inexorablemente en el humano una emoción negativa que se llama resentimiento”.
“El sujeto que entra a Tribunales con resentimiento lo hace no solamente contra la persona que incumplió el contrato o con quien tuvo un accidente de tránsito, ese resentimiento se hace extensivo a nosotros ¿Por qué? Porque no le estamos dando la solución que quiere, cuando quiere, como quiere. La mejor justicia del mundo, nunca va a ser suficientemente buena”.
En el tramo final de su presentación, Sosa se refirió a las emociones de las personas. “El miedo predispone a huir o a pelear. Si en una audiencia alguien está con miedo ¿Cómo hacemos? Deberíamos ver de qué forma trabajar sobre esa emocionalidad, porque alguien que está con miedo firma cualquier cosa con tal de huir y después no cumple; no es sincera la persona que está con miedo y es la semilla para futuros incumplimientos. Nosotros como operadores que trabajamos en contacto con la gente, especialmente en una primera instancia, deberíamos trabajar en las emociones.
Claves
En su propuesta de desafiar los paradigmas establecidos y animarse al cambio, Sosa destacó que “lo importante son los recursos humanos. No esperemos reformas legislativas, que si vienen mejor; no esperemos recursos, que si vienen mejor. Con las normas que tenemos, con las cosas que tenemos, las personas hacen la diferencia. Y no hay que ser genio para producir los cambios”.
Las tres consignas para este desafío son “darse cuenta, tener ganas, encontrar la forma”.
“Si uno se da cuenta de que hay algo para mejorar, tiene ganas de convertir la realidad que lo rodea en algo mejor que lo que le fue dado, busquemos la manera. Eso sí, para encontrar resultados diferentes de los que veníamos teniendo hasta ahora, deberíamos no hacer lo mismo que hasta ahora. Busquemos nuevas maneras, lo mejor está por venir”, finalizó.